El show mediático que está dando la Asamblea Nacional sobre “los guerrilleros desaparecidos de la IV República” muestra la peor cara de la revolución y la parálisis dramática de los que asumen la oposición a la misma.
Por un lado, la bancada oficialista abusa de la memoria de las víctimas fatales de las guerrillas sesenteras y del dolor de sus deudos con fines estrictamente políticos, sin un verdadero ánimo reconciliatorio, sino con el propósito de promover el odio ciudadano como método del discurso, atacando a la oposición y queriendo vincularla con los protagonistas de entonces y las organizaciones que aquellos representaban.
Por el otro, vemos a una oposición que en voz baja hace silencio cómplice y de “yo no fui”, renunciando a su compromiso frente a la historia de defender la democracia y la institucionalidad evidentemente destruida por la revolución chavista.
El derecho humano a la vida y la libertad, que es universal y absoluto, está incuestionablemente por encima de todo proselitismo político; así, todo ciudadano que haya perdido su vida en ejercicio o defensa de sus derechos, y sus deudos, deberían tener todo el respaldo social e institucional que descubra la verdad tras su muerte, tortura y sufrimiento, identifique a los responsables y condene a los culpables.
Una Asamblea digna y una supuesta Comisión de la Verdad con un verdadero ánimo reivindicatorio deberían honrar la vida de “todos” aquellos que la perdieron injustamente por oponerse tanto a un régimen abusador, cualquiera sea su origen y color, como a aquellos que atentaron contra las libertades civiles y ciudadanas claramente consagradas en la Constitución (de esta y cualquier otra república).
Toda acción en contra de la institucionalidad democrática debe ser considerada igual de grave, sea la del 45, la del 58, la del 92 o la del 2002 o la que el lector prefiera; pero en un Estado democrático, social, de derecho y de justicia, debería juzgarse y medirse a “todos” con la misma vara.
Yo le preguntaría al Presidente de la Asamblea Nacional si acaso él cree que los llamados desaparecidos de las guerrillas y los muertos de ese tiempo son mártires mas dignos o de mejor estirpe y clase que aquellos que murieron en manos de los esbirros de la dictadura, o aquellos que murieron víctimas de los golpes de Estado de los 90s, incluso que aquellos que murieron como consecuencia de los hechos devenidos del 11 de abril de 2002 hasta hoy.
Desaparecidos, torturados, fallecidos y hasta los victimarios son todos víctimas de la incapacidad de nuestros líderes de conducir nuestro destino común por los caminos de la justicia y la promoción de la institucionalidad y del Estado de Derecho como el mecanismo mas válido y viable para lograr la defensa de los valores universales y la reivindicación de los derechos individuales.
Este debate es una manipulación oportunista de la memoria y del dolor de las familias de los desaparecidos para atacar políticamente al pasado, sacar provecho al presente y no entrarle de frente a la angustiosa realidad que nos ocupa, peleando contra un pasado al que además no le darán la verdadera oportunidad de defenderse, cual victimarios de las víctimas que hoy pretenden reivindicar.
Se pierde así una nueva oportunidad para encarar la historia con sentido de justicia, transcendencia, progreso y reconciliación; veremos con dolor y vergüenza como se utilizará una mayoría espuria que con vocación totalitaria impondrá una agenda que si bien tiene méritos, será injusta, parcial y en el mejor de los casos producirá sanciones políticas sin efecto real, mientras que víctimas y culpables continuarán a la espera de una justicia que en esta oportunidad tampoco llegará.
Como según la ética revolucionaria el fin justifica los medios, el fin último es ocultar la realidad presente y en su alcance utilizan como medio la memoria de sus propios dolientes; por eso se abre un debate parcial que en el mejor de los casos producirá resultados parciales, con lo cual se estará conjurando una nueva cita histórica con la injusticia, la mentira y la manipulación de las mayorías en perjuicio de las minorías, donde los acusadores de hoy terminarán siendo los acusados del futuro, si es que acaso entonces no aprendimos la lección.
Así como la evolución de las naciones se mide en función al trato que se le da a sus presos, la salud de la democracia se mide en función al respeto que las mayorías ofrecen a las minorías.
¿Descubrirá eso la inminente Comisión de la Verdad?
En el camino de la democracia, la democracia es el camino.
José Andrés Ponce
Democracia Integral
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