“Es peligroso tener razón
cuando el gobierno está equivocado.”
Voltaire
La
libertad y la vida son dos derechos fundamentales que me atrevo jerarquizar en
ese orden pues sin libertad la vida pierde mucho sentido. Y me refiero a una
libertad plena; una libertad hasta para tomar decisiones que lo lleven a uno al
infierno. Pero la libertad tiene matices y enfrenta conflictos como el que
vimos esta semana en Globovisión donde se encontraron la libertad de empresa
frente a la libertad de expresión y que no siempre producen soluciones
aceptables para todos.
Por
un lado, es incuestionable el derecho del accionista a vender su participación
accionaria, así como del nuevo dueño a tomar las decisiones y ajustes que
considere necesarios para la protección de sus intereses empresariales. Al
final, Globovisión es un negocio que aún siendo de servicio público y medio de
información debe ser manejado con los criterios de rentabilidad y eficiencia
que los hagan viable.
Por
otro lado, los periodistas deben defender su espacio para el ejercicio de la
expresión libre y sin mordaza que la censura, la autocensura y la coerción
intentan acallar, incluso a riesgo de su propia vida y voz, porque esa es la
garantía de alcanzar el fin último del derecho a la información veraz y
oportuna que esta revolución elevó a rango constitucional.
En
este choque de aristas de la libertad, el verdadero villano es un gobierno que con
vocación totalitaria actúa en nombre del Estado usurpando sus funciones
pretendiendo imponer una ideología que precisamente viola el régimen de
libertades que la Constitución reclama para los ciudadanos, pues han sido sus
ejecutorias mezquinas y de escasa defensa a las libertades – de empresa, de
actividad, de comunicación, de información -
las que han dado germen a la diatriba.
Los
dueños de Globovisión no se hubieran visto en la necesidad de vender un negocio
próspero y rentable si no fuera por una Conatel sumisa, irracionalmente
obediente y dispuesta a imponer “la pena de muerte” a través de sanciones
pecuniarias insalvables por supuestos ilícitos cometidos por Globovisión que al
hacerlos otros medios ni siquiera provocan una palmadita en la mano. Y la pena
de muerte la uso con el estricto sentido de la frase, porque Globovisión es una
“persona jurídica” que podría desaparecer por el brazo armado del Estado que
como en el caso de RCTV condenó a muerte por el único hecho de serle incómodo
al gobierno que usurpa al Estado de Libertad, Derecho y Justicia que merecemos
todos por el solo hecho de ser venezolanos.
Los
periodistas cesantes cuya voz será callada por un tiempo como una sanción
injusta al ejercicio de sus libertades, una vez mas porque el gobierno cierra espacios
y medios para la expresión libre y ciudadana, al igual que los periodistas
sobrevivientes quienes se autocensuran por la sensación de imposibilidad de
continuar sus funciones en otro medio ante la carencia de alternativas donde ir
a expresar su voz luego del conflicto con los propietarios del medio, son
víctimas fáciles del nuevo propietario que igualmente es víctima de la censura
del machete virtual que apuntando al cuello los lleva a disfrazar decisiones
para no reconocer que sus acciones no son para mejorar su inversión sino para
evitar perderla por la amenaza de revocación de una concesión que el gobierno
cree que es su derecho manejarla para la coerción política, cuando en realidad
es su deber abrir la mayor cantidad de espacios posibles para el ejercicio de
la libertad.
El
gobierno de los herederos de Hugo Chávez parece acostumbrarse rápidamente a la
piel suave e irritable que genera la loción verde oliva que se aplica cerrando
espacios para la libertad y la defensa del ejercicio de los derechos civiles y
ciudadanos. Lo vemos claramente cuando el gobierno se írrita por el simple hecho
de la reunión de Henrique Capriles con el Presidente Santos y nos lo informe
CNN hecho este que provoca la amenaza de bloqueo en las cableras.
O
con las novelas variopintas que reflejan verdades incómodas y generan la
pretensión absolutista de Nicolás Maduro de llamar a los medios para intervenir
su programación y aspirar imponer su criterio personal, subjetivo y poco
realista de cómo manejar el tema de la violencia mediática, aunque ello aspire
lograrlo “imponiendo una transmisión en cadena” llena de verborrea
revolucionaria, agresiva, ofensiva y separatista que calienta mas la sangre del
país que la escena de la muchacha de barrio que se enamora del señorito, pero
que la vocación de poder absoluto obnubila a quien pretende erigirse árbitro de
hasta los torneos de perinola que se hagan en cualquier esquina del país.
Una
nación donde los ciudadanos no tienen información fáctica de la realidad sino
una verdad mediática al tamiz de la revolución no es creíble. Un país donde la
libertad al ejercicio de los derechos tiene como límite el gusto o disgusto del
gendarme que carente de papel toalet se limpia con las letras de la ley no
tiene futuro. Una sociedad donde solo vale lo que yo diga y en la cual solo
discuto con quienes coincidan con mis pareceres no progresará jamás.
Lo
complicado de todo esto es que el conflicto de poder es con el poder mismo, por
lo cual solo aquellos con vocación de héroes pueden doblegar al abuso de poder
que se desmorona siempre ante el ejercicio de la dignidad y de aquellos que
están dispuestos a asumir el liderazgo del cambio a sabiendas que el mismo se
construya sobre sus propias vidas, como recientemente mostró el General Rivero
para manejar su absurda y abusiva detención.
No
conozco a los nuevos dueños de Globovisión, pero su actitud de estos días aún
cuando crean que pudo ser una de “negocios” terminará condenándolos a pelearle
la audiencia a VTV o Venevisión.
Si
eso sucede, lo agradeceré mucho porque así tendré mas tiempo para leer.
Democracia Integral