Lo
que vimos esta semana con la publicación de las grabaciones de Mario Silva
demuestra una vez mas la pobreza de nuestras instituciones y la iniquidad de
los actores políticos de este proyecto fallido de país que continúa siendo
Venezuela, no solo del gobierno sino también de la oposición. La Democracia
será un objetivo inalcanzable mientras nuestros dirigentes no crean en ella. Y
ni Maduro ni Capriles parecen entender “completamente” de que se trata.
El
Domingo pasado, al mejor estilo de animador de circo o comercial de telenovela venezolana,
Henrique Capriles Radonsky hizo anuncios en su cuenta de twitter preparando a sus
seguidores y a la opinión pública sobre las declaraciones de los diputados que
al día siguiente expondrían al país la grabación de dudoso origen y legalidad
comprometida que expuso ante la opinión pública a Mario Silva y todas las
barbaridades que todos escuchamos y no es necesario repetir.
A
pesar de la felicidad con que muchos han recibido y otros repudiado la charada
liderizada por Capriles y ejecutada por Ismael García, no puedo dejar de
expresar mi opinión de lamento y la vergüenza que sentí como amante de la
democracia integral al ver el show mediático montado digamos que por Capriles,
García y compañía, coreado por Globovisión, los medios, una buena parte de la
oposición venezolana y denunciado por nadie, al menos que yo sepa hasta ahora.
Una
de las grandes lecciones de democracia la aprendí reflexionando sobre la
necesidad de la guerra o la violencia como mecanismo para encontrar la paz,
cuando mi interlocutor me increpó diciendo “papi, entiendo muy bien todo lo que
dices pero ir a la guerra en nombre de la paz es como tener sexo en nombre de
la castidad”.
La
base fundamental de la democracia está en la solidez del “Estado de Derecho”
que se funda asimismo en la protección “SIN EXCEPCION” de todos los ciudadanos sin
distinción, que son tratados por igual ante la ley, y de quienes se presume su
inocencia hasta probarse lo contrario y deben responder sobre la legalidad de
sus actos frente a sus jueces naturales, quienes están llamados a decidir con
estricto apego a la legalidad y sin una duda razonable de la inocencia, culpabilidad
o responsabilidad del encausado.
Quienes
actúan alejados de estos valores democráticos y aplastan el Estado de Derecho
son como caimanes del mismo caño. No son acciones democráticas y es irrelevante
de que lado de la talanquera se encuentren. Es absolutamente irrelevante que el
sujeto de hoy sea Mario Silva (de quien muchos y yo mismo podríamos pensar que
recibió su cosecha y creer que el que a hierro mata no puede morir a
sombrerazos), como ayer fue el diputado Caldera o el diputado celebre aquel
víctima del video de Lamaletto o cualquier otro del sinfín de gentes que
durante la era democrática (IV y V) han sido expuestos al escarnio público y
condenados sin juicio justo y previo a través de registros gráficos, de video o
audio, de origen dudoso y obtención ilegal y en total desprecio al orden legal
interno que no solo prohíbe la captura y divulgación de estas evidencias
ilegales, sino que califica como delito su divulgación y de delincuentes a
quienes las divulgan.
La
oposición dirigida por Capriles, en su afán de probar lo que todo el mundo sabe
y muchos intereses callan, puede haberse convertido en títere, herramienta y
marioneta del sistema que tanto repudiamos e intentamos acabar con los votos y
en apego a la legalidad y la justicia como valores fundamentales del progreso.
Quien
oiga las grabaciones a Silva con un sentido menos voyerista y de mas lógica, entenderá claramente que el G2 cubano no
dejaría una papa caliente como esa en manos opositoras sin una intención
perversa – seguramente dolosa – a sabiendas que la glotonería opositora se
haría tonta útil y se convertiría en “la misma cosa que representan los
revolucionarios” al hacer pública una grabación que luce ilegal, no autorizada
y hecha con evidentes intenciones oscuras que están lejos del control de la
oposición que tontamente parece caer en la tentación del tubazo que “del otro
lado” nadie quería dar y necesitaban de un tonto para hacerle el juego.
Toda
la dignidad mostrada por los líderes de la oposición luego de anunciado el
resultado de las elecciones del 14-A, las actitudes heroicas de los diputados
al defender la libertad y las acciones concretas para la impugnación legal y
democráticamente del proceso comicial, queda anulada e ilegitimada por estos
mismos actores que son capaces de echar la democracia al traste por su
incapacidad de controlar sus emociones y seguir como venían por el camino de la
racionalidad y el advenimiento del imperio de la ley como único mecanismo
válido para el control social y el progreso, frente a la posibilidad que el
escándalo podría precipitar ciertos eventos mas fácilmente que el duro proceso
de hacer una democracia sólida y estable, democráticamente.
¿Y qué
se logró en concreto? Nada. Nada de lo que se pueda escuchar de Mario Silva es
un secreto para nadie de la oposición, ni del régimen, ni es prueba válida a
utilizar en un tribunal legalmente establecido. Ni la corrupción de los agentes
financieros, ni la influencia de los Castro, ni la injerencia cubana en el
gobierno de Venezuela, ni la manipulación del poder abusador de Cabello, ni las
indiscreciones de los jerarcas del régimen, ni las fortunas que se han hecho a
la sombra del poder, ni siquiera el fraude electoral.
Probablemente
la única ganancia de todo esto haya sido la de tomar “por sorpresa” a Mario
Silva quien con cara de “caribeador caribeado” y con los hígados retorcidos anunció
su salida del aire y probablemente no podrá denunciar la ilegalidad de lo hecho
porque lo vimos simplemente tomar un poco de su propia medicina, lo cual lo
inhabilita para denunciar lo que aquí denuncio.
¿Se
probó en concreto que la revolución es corrupta? Para nada. Ya veremos a los
jerarcas del régimen continuar en sus tropelías alegando que Silva no era
funcionario público y la ilegalidad de la prueba solo servirá para aumentar los
ratings de los canales que trasmitieron la noticia o permitirle al gobierno
sustanciar su alegato de la existencia de una oposición que opera a la sombra
de la legalidad y de los valores de la democracia.
Además
de hacerle de sparring al régimen, la oposición (liderizada muy mal esta vez por
Capriles o quien lo asesoró en esto) que aprueba lo hecho solo da al traste con
la posibilidad de restablecer el Estado de Derecho como ingrediente fundamental
para el rescate de la democracia que tanto aspiramos y probablemente sin
intención se han convertido en cómplices tontos y útiles de la perversidad de
aquellos para quienes el fin justifica los medios.
¡Yo,
que sepa, voté por el progreso y la democracia, no voté por eso!
Democracia Integral
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