jueves, 5 de septiembre de 2013

Magnicidio sin magnate es como novela sin galán.


Los revolucionarios se están acostumbrando a hablar de magnicidios como quien comenta frenéticamente el último capítulo de la novela popular de turno con la pasión de quien asume como reales a unos personajes fantásticos y extravagantes que actúan según la mente del autor y de acuerdo a la pericia del director, cual comentarista de un combate entre Basil Battah y el Dragón Chino (para los que recuerden, y para los que no, que averigüen).

El hecho cierto de la denuncia del Ministro del Interior de que apresaron a un par de jóvenes colombianos hospedados en un hotel de la Panamericana con unas fotos de Maduro y Cabello y supuestamente unas armas con unas miras láser que mas allá del parte oficial nadie ha visto en realidad y uno tiende a pensar que nunca veremos, se desvirtúa a si mismo por lo extravagante de la investigación y lo exagerado de la publicidad dada a la misma.

Uno quisiera creer en la buena fe del Ministro y de su actuar en la protección de las personalidades de la vida nacional amenazadas en su seguridad personal, pero es que la lógica del planteamiento nubla nuestro deseo y hace borrosa nuestra capacidad de apreciar la gravedad de lo que en realidad parece una charada enloquecida montada para distraer o animar la gradería electora mientras le llenan la cabeza y los cabellos de angustia y temor a los presuntos magnates objetivo de esta suerte de conspiración continuada y heredada que solo anima a los televidentes ingenuos que siguen el culebrón como si fuera realidad.

Meter a todos los “enemigos de la revolución” en un mismo “saco de gatos” conspiradores que coluden para contratan unos sicarios pueriles que se hospedan en hoteles de tercera, necesitan fotos de semejantes objetivos y usan armamento obsoleto nos parece un ejercicio de flojera mental bárbara.

Mas aún cuando el mundo es testigo de la sofisticación con que los Estados Unidos realizan sus operaciones de inteligencia e intervención para deshacerse de sus enemigos con mecanismos de espionaje que nadie detecta, incursiones de grupos comando que nadie detiene, vehículos a control remoto para operaciones militares quirúrgicas, promoviendo el caos callejero, levantamientos civiles o guerras que son mucho mas rentables y redituables para sus intereses que perseguir a muerte a unos dirigentes cuyas ejecutorias ciertamente destrozan a Venezuela pero no representan amenaza regional alguna.

¿O será que la conspiración existe y los conspiradores son otros?

Nadie duda que el Departamento de Estado tenga la plata, inteligencia, recursos y habilidad para financiar y ejecutar una operación como la denunciada con altas probabilidades de éxito, lo que no queda claro es ¿POR QUÉ? ¿Qué interés hay en cortarle la cabeza y los cabellos a un cliente que todo lo importa, utiliza el sistema financiero americano para esconder sus ganancias revolucionarias y le suministra energía mientras le compra gasolina en una región en paz y que no molesta, cuando hay tantos problemas que realmente preocupan y afectan sus intereses?

Está claro que el narcotráfico es una endemia global con la fuerza para ejecutar semejante amenaza, pero ¿Por qué acabar con un territorio frágil, manso y hasta indolente en cuanto a la lucha anti-drogas, donde tirios y troyanos se confunden en un solo complot para maximizar las ganancias y solo se delatan cuando no pueden ponerse de acuerdo?

Está claro que la oposición anda con una “arrechera” constante por las tropelías de un régimen que con un cuestionado 50% de votos usurpan la soberanía popular, se nombran dioses amados y favorecidos por el colectivo y actúan a espaldas de la ley pisoteando el Estado de Derecho para solo hilar la constante de abusos que muy pronto servirá de fundamento a los juicios imprescriptibles conforme los preceptos constitucionales e internacionales, pero ¿Dónde está la prueba irrefutable de que ellos, juntos a Uribe, Micheletti, Posada y Otto Reich tienen un proyecto común en tal sentido, o siquiera los recursos para ejecutarlo?

La Inteligencia es cosa seria, pero aquí parece que no.

En condiciones normales, cualquier servicio de inteligencia que tuviera la información como la hecha pública por el Ministro Rodríguez Torres la hubiera mantenido secreta hasta tener “información seria y creíble” que permitiese allanar cualquier intentona que no negamos es posible en un país donde su gobierno ha destruido sistemáticamente el Estado de Derecho y solo gana opositores y enemigos cada vez que toma una decisión.

Para ejecutar un magnicidio exitoso – la historia es testigo – se necesita conjurar una voluntad e intención claras con recursos disponibles y destrezas especiales que no son comunes ni se encuentran a la vuelta de la esquina; pero sobretodo, se necesita tener un magnate que sea un digno objetivo del magnicidio en cuestión. Y si de algo estamos claros todos los venezolanos es de que Maduro no es Chávez, mucho menos Betancourt, ni representa amenaza alguna a los posibles magnicidas de la telenovela que nos contaron para justificar tal barbaridad.

Maduro y Cabello deberían ver pa´dentro y hurgar un poco sus trincheras para ver de donde vienen los verdaderos sonares de tambores. Cualquier hombre que maneja poder sabe que los mas interesados en “sembrarles angustia y desasosiego” son los servicios de protección que ellos contratan, porque de eso mismo viven y para nadie es un secreto que aquí esos son los hermanos cubanos y sus conchupantes que todo el mundo conoce.

Los revolucionarios venezolanos deberían dejar las cursilerías novelescas a los escritores del ramo y compararse con sus pares regionales para tomar dimensión de la auto-conspiración magnicida que su ineptitud corrupta abriga y que está colocando a Venezuela en una posición irreversible de verdadera fragilidad e indefensión que ellos mismos podrían detener si en lugar de contarnos refritos cubanos se pusieran a ejecutar planes de progreso, seguridad, educación, salud y bienestar en lugar de las fantasiosas lisonjas misioneras a la cubana que no tienen resultados concretos mas que el absoluto desastre que vemos en nuestra cotidianeidad.

Democracia Integral
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