Los
revolucionarios se están acostumbrando a hablar de magnicidios como quien
comenta frenéticamente el último capítulo de la novela popular de turno con la
pasión de quien asume como reales a unos personajes fantásticos y extravagantes
que actúan según la mente del autor y de acuerdo a la pericia del director,
cual comentarista de un combate entre Basil Battah y el Dragón Chino (para los
que recuerden, y para los que no, que averigüen).
El
hecho cierto de la denuncia del Ministro del Interior de que apresaron a un par
de jóvenes colombianos hospedados en un hotel de la Panamericana con unas fotos
de Maduro y Cabello y supuestamente unas armas con unas miras láser que mas
allá del parte oficial nadie ha visto en realidad y uno tiende a pensar que
nunca veremos, se desvirtúa a si mismo por lo extravagante de la investigación
y lo exagerado de la publicidad dada a la misma.
Uno
quisiera creer en la buena fe del Ministro y de su actuar en la protección de
las personalidades de la vida nacional amenazadas en su seguridad personal,
pero es que la lógica del planteamiento nubla nuestro deseo y hace borrosa nuestra
capacidad de apreciar la gravedad de lo que en realidad parece una charada enloquecida
montada para distraer o animar la gradería electora mientras le llenan la
cabeza y los cabellos de angustia y temor a los presuntos magnates objetivo de
esta suerte de conspiración continuada y heredada que solo anima a los
televidentes ingenuos que siguen el culebrón como si fuera realidad.
Meter
a todos los “enemigos de la revolución” en un mismo “saco de gatos”
conspiradores que coluden para contratan unos sicarios pueriles que se hospedan
en hoteles de tercera, necesitan fotos de semejantes objetivos y usan armamento
obsoleto nos parece un ejercicio de flojera mental bárbara.
Mas
aún cuando el mundo es testigo de la sofisticación con que los Estados Unidos
realizan sus operaciones de inteligencia e intervención para deshacerse de sus
enemigos con mecanismos de espionaje que nadie detecta, incursiones de grupos
comando que nadie detiene, vehículos a control remoto para operaciones militares
quirúrgicas, promoviendo el caos callejero, levantamientos civiles o guerras
que son mucho mas rentables y redituables para sus intereses que perseguir a
muerte a unos dirigentes cuyas ejecutorias ciertamente destrozan a Venezuela
pero no representan amenaza regional alguna.
¿O
será que la conspiración existe y los conspiradores son otros?
Nadie
duda que el Departamento de Estado tenga la plata, inteligencia, recursos y
habilidad para financiar y ejecutar una operación como la denunciada con altas
probabilidades de éxito, lo que no queda claro es ¿POR QUÉ? ¿Qué interés hay en
cortarle la cabeza y los cabellos a un cliente que todo lo importa, utiliza el
sistema financiero americano para esconder sus ganancias revolucionarias y le suministra
energía mientras le compra gasolina en una región en paz y que no molesta,
cuando hay tantos problemas que realmente preocupan y afectan sus intereses?
Está
claro que el narcotráfico es una endemia global con la fuerza para ejecutar
semejante amenaza, pero ¿Por qué acabar con un territorio frágil, manso y hasta
indolente en cuanto a la lucha anti-drogas, donde tirios y troyanos se
confunden en un solo complot para maximizar las ganancias y solo se delatan
cuando no pueden ponerse de acuerdo?
Está
claro que la oposición anda con una “arrechera” constante por las tropelías de
un régimen que con un cuestionado 50% de votos usurpan la soberanía popular, se
nombran dioses amados y favorecidos por el colectivo y actúan a espaldas de la
ley pisoteando el Estado de Derecho para solo hilar la constante de abusos que
muy pronto servirá de fundamento a los juicios imprescriptibles conforme los
preceptos constitucionales e internacionales, pero ¿Dónde está la prueba
irrefutable de que ellos, juntos a Uribe, Micheletti, Posada y Otto Reich
tienen un proyecto común en tal sentido, o siquiera los recursos para
ejecutarlo?
La
Inteligencia es cosa seria, pero aquí parece que no.
En
condiciones normales, cualquier servicio de inteligencia que tuviera la
información como la hecha pública por el Ministro Rodríguez Torres la hubiera
mantenido secreta hasta tener “información seria y creíble” que permitiese
allanar cualquier intentona que no negamos es posible en un país donde su
gobierno ha destruido sistemáticamente el Estado de Derecho y solo gana
opositores y enemigos cada vez que toma una decisión.
Para
ejecutar un magnicidio exitoso – la historia es testigo – se necesita conjurar
una voluntad e intención claras con recursos disponibles y destrezas especiales
que no son comunes ni se encuentran a la vuelta de la esquina; pero sobretodo,
se necesita tener un magnate que sea un digno objetivo del magnicidio en
cuestión. Y si de algo estamos claros todos los venezolanos es de que Maduro no
es Chávez, mucho menos Betancourt, ni representa amenaza alguna a los posibles
magnicidas de la telenovela que nos contaron para justificar tal barbaridad.
Maduro
y Cabello deberían ver pa´dentro y hurgar un poco sus trincheras para ver de
donde vienen los verdaderos sonares de tambores. Cualquier hombre que maneja
poder sabe que los mas interesados en “sembrarles angustia y desasosiego” son
los servicios de protección que ellos contratan, porque de eso mismo viven y
para nadie es un secreto que aquí esos son los hermanos cubanos y sus
conchupantes que todo el mundo conoce.
Los
revolucionarios venezolanos deberían dejar las cursilerías novelescas a los
escritores del ramo y compararse con sus pares regionales para tomar dimensión
de la auto-conspiración magnicida que su ineptitud corrupta abriga y que está
colocando a Venezuela en una posición irreversible de verdadera fragilidad e
indefensión que ellos mismos podrían detener si en lugar de contarnos refritos
cubanos se pusieran a ejecutar planes de progreso, seguridad, educación, salud
y bienestar en lugar de las fantasiosas lisonjas misioneras a la cubana que no
tienen resultados concretos mas que el absoluto desastre que vemos en nuestra
cotidianeidad.
Democracia Integral
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