martes, 30 de abril de 2013

Una democracia ilegitima e ilegal es injusta…



“El orden justo de la sociedad y del Estado
es una tarea principal de la política.
Un Estado que no se rigiera según la justicia
se reduciría a una gran banda de ladrones,
dijo una vez Agustín”
(Benedicto XVI, en “Dios es Amor”, No. 28)

Las declaraciones de Tibisay Lucena transmitidas en Cadena Nacional el pasado Sábado 27 de abril negando las peticiones y alcances del reconteo - la auditoría solicitada por la MUD - confirman el fraude electoral denunciado por Henrique Capriles y la intención totalitaria de un régimen que pretende hacer equilibrio sobre una cuerda demasiado floja en la que se sostiene la mentira de una victoria electoral pírrica que ilegitima la democracia, masacra el principio de la legalidad y hasta cuestiona la pretensión de aplicar una justicia pacífica.

Haciendo honor a la infausta frase de que “para mis amigos todo, para mis enemigos la ley”, el CNE deja ver que aunque las solicitudes de Capriles puedan ser justas, viables, lícitas, morales incluso convenientes y democráticas, ellas son imposibles de aprobar ya que según Lucena no están previstas en el ordenamiento jurídico. Mas patético aún es que según Tibisay las denuncias presentadas por Capriles sobre las irregularidades en el proceso son ciertas, pero el CNE no las puede investigar porque las imágenes son borrosas, o las mesas están mal identificadas o…. bueno, cualquier excusa es buena para apartar la nariz de la cacerola podrida en que evidentemente se han montado los herederos políticos del Comandante.

Y lo peor de todo es que lo dicho en la cadena nacional citada no es cierto… y Tibisay Lucena lo sabe, o al menos debería saberlo.

En el artículo 293 de la Constitución Nacional se ordena y faculta al CNE a “… reglamentar las leyes electorales y resolver las dudas y vacíos que éstas susciten o contengan (el subrayado es nuestro) en aras de la obligación constitucional de garantizar “…la igualdad, confiabilidad, imparcialidad, transparencia y eficiencia de los procesos electorales…”.

En el artículo 156 de la Ley Orgánica de Procesos Electorales (LOPE) se establece expresamente que las auditorías son “… la verificación de TODOS aquellos recursos materiales, tecnológicos y datos utilizados en la ejecución de las distintas fases del proceso electoral, para que estos garanticen la transparencia y confiabilidad de dicho proceso. Las auditorías podrán aplicarse al conjunto o algunas de las fases del proceso electoral.” (el subrayado y las mayúsculas nuestro). Y es por ello que la LOPE ordena el archivo de todo el material hasta seis (6) meses después del evento electoral. Luego, el artículo 162 señala que la “… verificación ciudadana del cierre de la votación, se efectuará mediante la revisión de los comprobantes de votación con relación a los datos contenidos exclusivamente en el acta del acto de votación elaborada por los miembros de mesa.

Para el mas lerdo de los juristas debería ser mas que obvio que una cosa es la auditoría electoral, que se puede realizar en cualquier momento incluso al paso de la verificación ciudadana que a posteriori ha sido acordada por el CNE, y otra la verificación ciudadana per se, que solo se produce al cierre del proceso de votación. El hecho de que la LOPE no señale plazos, formas ni modos para la realización de las auditorías implica claramente que la función constitucional señalada puede ser satisfecha por el CNE a petición de partes con plena libertad de formas, mientras no haya impugnación a los procesos, que es exactamente lo que Capriles solicitó en tiempo hábil y ha sido negado impunemente. De hecho, el caso tiene precedentes y se fundamenta en hechos notorios y comunicacionales encabezados en otrora miembros del CNE y que hoy ostentan cargos de beligerancia en comandos de campaña del régimen.

Es mas, si el deber fundamental del CNE es garantizar la transparencia del proceso electoral, resguardar la soberanía popular y legitimar a los elegidos y con ello a la democracia, no existe ninguna razón o impedimento para ordenar la auditoría al material electoral (cuadernos, capta huellas, etc…) al tiempo de realizar la verificación ciudadana al saldo de las mesas no auditadas, ya que solo así se contribuye a disipar las dudas y validar un proceso que luce velado por la manipulaciones y el fraude.

Mas aún, la “verificación ciudadana” no requiere la presencia de técnicos electorales de ninguna especie pues ella solo está llamada a ser una verificación, no una auditoría. Por eso mismo, la intención de convalidar el fraude se prueba a si misma en los hechos cuando Tibisay ordena la verificación con auditores con lo que aspira hacer creer que se realizará una auditoría - “chucuta” - para pintar de legítimo lo que a leguas no es mas que una fachada.

Lo que está haciendo el CNE es la burda aplicación de tácticas de distracción, dilatorias y resistencia pasiva que los abogados estamos acostumbrados a reconocer cuando la contraparte intenta evadir su responsabilidad escudándose en subterfugios disque legales y dificultando la realización de la justicia cuando se sienten perdidos o están a la sombra y al margen de la ley, aspirando que el tiempo haga fútil el esfuerzo del contrario para lograr el sentido de la justicia - en este caso electoral - que reclama mas del 50% del país que encarna Capriles. Pero el CNE no es un beligerante sino un Poder del Estado y sus triquiñuelas no deberían ser tan burdas y obvias como los chantajes que hemos vistos a partir del 14-A en manos, voz y acciones de personeros y funcionarios del gobierno.

Se equivoca Lucena y quienes usurpan el poder constituido utilizando el chantaje, la coerción, la amenaza y la persecución para acallar la voluntad popular creyendo que al actuar así lograrán fraguar la paz social que se requiere para darle legitimidad a la tiranía, sin darse cuenta que esta realidad actual no tiene nada que ver con las obsoletas acusaciones a la IV ni con la retórica aburrida de abril del 2002, sino con una mayoría construida sobre el fracaso de la revolución y al pulso del deseo del progreso y la libertad conculcados por un grupete que avanza a pasos agigantados en la destrucción de una memoria revolucionaria que han convertido en un mal sueño del que la mayoría de venezolanos quiere despertar.

Democracia Integral




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