Los hechos y las declaraciones alrededor del allanamiento de la
inmunidad parlamentaria al diputado Richard Mardo revelan un débil liderazgo opositor
venezolano, pegado en la defensa a priori del compañero por el hecho de
percibir que es un objetivo político sin plantearse – al menos públicamente -
la posibilidad de un presunto indiciado en potencia, esto agravado por continuar
invitando a seguir con el “idiotropismo positivo” de rechazar todo lo que huela
a revolución y aprobar todo lo que sea de origen propio sin revisar los méritos
de ambos lados.
La confesión es la madre de todas las pruebas. Y Mardo, a raíz del
allanamiento parlamentario, habló en programas como “Conclusiones” de CNN y
“Chataing” de Televen, entre otros, ratificando su declaración ante la Asamblea
Nacional y diciendo – a mi modesto entender - mas de la cuenta sin siquiera
pasearse por la gravedad de lo dicho. ¿Será que el diputado se siente muy
seguro de su protección, digo, su posición?
Este diputado nos cuenta de propia voz su origen buhonero hecho
administrador profesional con una pasión por lo social y la ayuda a la gente,
lo cual es absolutamente encomiable en todo sentido; pero también nos cuenta
que en los años previos a su elección como diputado (no nos dice cuantos) y en
todo caso luego de hacerse amigo de Henrique Capriles y compañía y militante de
alto rango de Primero Justicia, él fue capaz de lograr “unas ayudaítas económicas”
(sin decirnos de quien, ni de dónde, ni de que origen, ni cual es el monto),
que luego de depositarlas en sus cuentas bancarias personales – con exclusión
de cualquier otra - las canalizó en ayudas sociales construyendo casas, obras
de infraestructura y de ayuda médica a innumerables mujeres que - según él - “ellas
saben quienes son”, lo cual lo llevó a
la Asamblea Nacional, claro que por el cariño que la gente le tomó.
De la investigación se colige y el diputado confirma
extraoficialmente que tales “ayudaítas” no fueron incluidas en sus
declaraciones de patrimonio, ni en sus declaraciones de impuestos, ni sometidas
a permisología alguna, insinuando además que ese no debe ser tema de la agenda
política que llevó a su inmunidad allanada sino que sería un caso de la
competencia e interés de la Superintendencia de Bancos que lo debería manejar
en lugar del Ministerio Público. ¿Barbaridad jurídica, intención de distraer,
asesoramiento legal, ignorancia o simple
inocencia? ¡Ya veremos!, como diría un ciego.
Mientras escuchábamos al diputado en sus apariciones mediáticas me
preguntaba: ¿Cuánto sería el monto total de las ayudaítas recibidas? ¿De quien
y cual sería el origen del dinero recibido? ¿Quiénes fueron los generosos y
anónimos benefactores de la obra social de Mardo? ¿Cuánto de las ayudaítas habrán
ido efectivamente a parar a manos de los destinatarios finales de tanta caridad,
cuánto se quedó en el camino y cuál será el saldo actual de las cuentas – o sea
lo que queda? ¿Cómo haría Mardo para no declarar “esos ingresos” en sus
declaraciones de renta? ¿Por qué el diputado no declaró – si es que fue así -
esos saldos en los balances de sus declaraciones juradas de patrimonio al tomar
posesión de su curul? ¿Por qué no ha dicho, ni querido o podido mostrar recibos
o constancias de esas entregas económicas? ¿Por qué la entrega de fondos se
hacía directamente al candidato y eventual diputado y no a los entes políticos
o de gestión social en que él militaba en aquel entonces? Estas son – diría yo
- algunas de las preguntas que cualquier ciudadano debería estarse haciendo y el
diputado debería estar respondiendo – a sus electores, a sus amigos, a su
partido y al país en general - antes que repetir el argumento entrenado y
sobreactuado de su debilidad por los pobres y desamparados y que él es una
víctima de un complot político para dañar y debilitar a su amigo Henrique
Capriles y a la oposición venezolana.
En su defensa, el diputado alega que “esos dineritos” que él
confiesa entraron en su patrimonio personal para ser luego canalizados según su
leal saber y entender en obras de caridad vastamente publicitadas, fueron
recibidos antes de su toma de posesión como diputado y no son de origen o
fondos públicos, así que él no tiene porque rendirle cuentas a nadie. ¿Cómo lo
sabemos? ¿Qué nos demuestra que esos dineros no provienen de fuentes ilegítimas
o por lo menos interesadas en colocar “fichas” en posiciones de poder – como en
efecto devino con su diputación - en lugar de la simple contribución caritativa
para el progreso? Es cierto que la carga de la prueba está en sus acusadores, pero
la defensa tiene que parecer inocente.
Henrique Capriles y Primero Justicia descabezaron políticamente al
Diputado Caldera al desincorporarlo ipso
facto de la la campaña por la “cachada filmográfica” del sobre de los 40
mil bolívares durante la campaña presidencial. ¿Por qué la diferencia - y
deferencia - con el Diputado Mardo? ¿Qué hay detrás del Diputado Mardo que
irrita tanto a la revolución e inspira tanta defensa – o silencio - de parte de
sus colegas en la oposición, particularmente de sus compañeros de partido?
Estamos de acuerdo en que los acusadores de Mardo no son santos de
nuestra devoción y seguramente tampoco puedan acercarse demasiado al candelero
sin arriesgar los propios rabos, pero ante la poca contundencia de la defensa
del diputado no puede uno sino hasta casi darles dolorosamente la razón en
cuanto a que estos señalamientos y el desparpajo con que el señalado los maneja
solo traen a nuestra mente recuerdos de otrora joyas del acervo político
histórico venezolano que mostraban impúdicamente y a manos llenas como lograban
tener sus gastos “cubridos” sin echarle mano a las arcas públicas, cosa que
nadie creyó entonces y seguramente tampoco ahora.
Entiendo que no es fácil cuando los enemigos acusan a los propios,
pero en lugar de asumir – a priori – la
defensa de Mardo (o cualquier representante de la oposición que sea cuestionado
en cuanto a la legitimidad y origen de los fondos que financian su actuar
político) creyendo que todo es parte de la política barata con que se baten a
duelo constantemente, Henrique Capriles, Primero Justicia y la Mesa de la
Unidad deben abanderar con su ejemplo un esfuerzo de cambio brutal que este
país requiere y la purga empieza, aunque nos duela, por casa.
Sería muy interesante haber visto a nuestro liderazgo opositor
actuar distinto y en lugar de las solidaridades automáticas, llamar a Mardo a
presentar sus argumentos – y pruebas – en su descargo y solo después de las explicaciones,
decidir apoyarlo en mantener su inocencia o apoyar el allanamiento de la
inmunidad del diputado para que se facilitara la investigación y, en caso de
existir hechos que investigar y sancionar, el diputado asuma su responsabilidad
ante la ley, el país y la justicia.
¡En otra
oportunidad será, que seguramente la habrá!
Democracia Integral
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