La felicidad es un estado humano producto de la valoración
individual y subjetiva de eventos que percibimos como positivos sin razón o
lógica necesarias, que responde a estímulos gratos y placenteros y que a veces implica
un alto grado de irracionalidad cuando nos sentimos felices sin razón aparente
o peor aún, desconociendo la realidad subyacente del evento causante de la
felicidad.
Pues así estábamos una buena parte del país hace unos días, ¡felices!,
descorchando nuestro mejor espumante, quemando la pólvora mas sonora que el
saldo bancario nos permitió adquirir, raspando el cupo que nos permitió llegar
lejos, compartiendo nuestra felicidad instantáneamente por las redes sociales, algunos
hasta mostrando gráficamente su fórmula de éxito económico instantáneo en
destinos muy exclusivos sin entrar en detalle de los ingredientes que la
fórmula implica, manifestando nuestra locura e irracionalidad vistiendo
tradiciones amarillas, atorando el guargüero con arvejas, uvas y demás golosinas
alegóricas, marchando con maletas bajo fuegos artificiales y globos
aerostáticos creyendo y pidiendo salir de aquí aunque sea por unos días,
ignorando por completo la realidad en que vivimos y que encima creemos que
superaremos sin hacer nada al respecto.
Con el consabido agradecimiento por estar vivos, hecho literalmente
por aquellos que sobrevivieron el asalto a mano armada, o libres por los que
sufrieron de un secuestro exprés, o con el “a fin de cuentas solo fue una
pérdida material” de quienes fueron víctimas inexorables de la inseguridad, celebramos
no obstante el fracaso de las políticas de seguridad del régimen que dejó 24 mil
víctimas mortales y familias quebradas por vidas truncas extemporáneamente y
que no podrán ser compartidas jamás.
Compartimos el menú tradicional, gourmet o especial, sin celebrar ni
revelar los secretos culinarios sino maravillados por la suerte que tuvimos al
encontrar los ingredientes que compramos racionados a dos por cabeza sin
preguntarnos el porqué del precio aumentado en 80% ni la razón del
racionamiento, que no es otra que el producto de la incompetencia de un régimen
que aspira controlar nuestras vidas y nuestros medios para procurarnos un
destino decente porque la idiotez y la ideología los consume.
Deseamos la recuperación a nuestros familiares y amigos en la
adversidad de la enfermedad sin siquiera percatarnos que la condición de muchos
empeorará en el 2014 por falta de atención médica, recursos terapéuticos o
biodisponibilidad de medicamentos porque el régimen se empeña en limitar el
acceso a las divisas para importarlos o fabricarlos, imponer una política de
salud obviamente fracasada y ejecutada por una dirigencia sin el talento o la
competencia suficiente para asumir los retos de la salud pública donde solo se construyen
medias fachadas hospitalarias para alimentar la esperanza de los pobres que no
tienen los medios para acceder a una salud privada que colapsa y se desborda haciendo
malabarismos para evitar hacer inversiones expropiables sin disminuir calidad o
cantidad, lo cual simplemente no sucede pero no queremos reconocer.
Celebramos sordamente como quien no quiere reconocer que la
inflación prometida de 15% terminó en 56% - y el ministro sigue en su cargo – y
que el bolívar que nunca se debilitaría se devaluó oficialmente 262% al pasar
de 4,30 a 11,30 – Ramirez dixit – e informalmente por múltiplos que el propio
Nicolás Maduro y Nelson Merentes reconocen existe en factores de 5 veces mas
pero reditúa ganancias estrambóticas para los llamados cadivisas, sicadistas y sus
contactos de adentro que convirtieron en ruleta rusa la política monetaria
nacional, como si acaso está pirámide financiera no fuese a encontrar fin.
Gastamos sin control el desfalco orquestado por la impresión de
dinero inorgánico comprando sin saber lo que compramos y pagando sin saber lo
que pagamos por productos que ni siquiera necesitamos, respondiendo en comparsa
a una campaña para elegir concejales que ni siquiera conocemos y mucho menos sus
programas (a menos que usted sea de los raros ciudadanos que puede repetir sin
ayuda el nombre de sus alcaldes y concejales – todos - sin que pele por la
chuleta madurita o unitaria), pero lo cierto es que drenamos nuestros ahorros para
protegernos de una inflación fuera de control y producida por políticas destructivas
del capital, el trabajo y el ahorro, comprando bienes y productos que
probablemente encontrarán mejor destino en el contrabando de extracción o serán
objeto de vencimiento inútil, obsolescencia, desuso o de los desajustes satanizados
de voltajes que evidencian la torpeza de un régimen que destruye valor y
capital y con ello años de historia de trabajo y empleos por el solo capricho
de responder a quienes usan a Venezuela como conejo de experimentos que ya se
probaron fallidos.
Algunos perdimos el sueño de la angustia de ver lo difícil que es llamar
a la sensatez a quienes tienen la responsabilidad de dirigir los destinos de
los venezolanos o a quienes se apegan a un libreto mediocre y fracasado de
prácticas que solo destruyen valor, capital, trabajo y hasta la iniciativa
individual, ejecutadas por un Estado depredador y voraz que acaba con todo para
creerse necesario y una sociedad de cómplices que le hacen cuadro cerrado bajo
la mesa aunque vociferan lo contrario.
Despedimos al 2013 con la alegría de quien ve terminarse el peor año
que haya conocido la Venezuela bolivariana de esta y cualquier república, en la
cual vimos como un gobierno errático destruyó todo lo malo que quedaba porque
lo bueno se encargaron de destruirlo a sazón de alabanzas al líder supremo,
pero con la angustia de recibir un 2014 que se anuncia menos feliz aún al oír
el mismo discurso torpe y absurdo de una dirigencia tozuda, malhablada y que
rebelde a la realidad de su torpeza aborda los problemas como los locos de
Einsten, haciendo lo mismo pretendiendo
resultados distintos. Y eso, sencillamente, ni con rodilla en tierra ni mano en
pecho invocando al comandante, ni con promesas de amor vacío por la cháchara
revolucionaria, pasará.
La esperanza que nunca se pierde radica en que 2014 – el primero
que no es electoral desde que empezó este proceso - sea el año del despertar de
la conciencia colectiva y que a pesar de los vientos agoreros tengamos fe en que
los venezolanos lleguemos a la convicción de enrumbarnos por el camino de la
concordia y la reconciliación, la sensatez, la producción, el trabajo y la
educación y nos dediquemos a que las campanas de 2015 anuncien un año feliz, de
verdad. Eso deseo.
Democracia Integral
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democraciatuya@gmail.com
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