martes, 11 de marzo de 2014

Diálogo de Sordos


La reciente convocatoria a Palacio en el marco del llamado presidencial a una Conferencia de Paz me recordó mucho el almuerzo dominguero de “Las Tías Cuatricentenarias” de mi esposa, quienes sentadas en la Sala luego del suculento festín preparado por ellas mismas realizaban su ritual semanal de comentar la realidad nacional percibida a través de sus ojos cansados o de la línea editorial de las ediciones dominicales de entonces como si no fuera cosa de ellas.

La dinámica predecible y repetitiva de Luisa, Laura, Isabel y Elia era muy similar a la que vimos en la Conferencia de Paz entre Alcaldes, Gobernadores, Empresarios, Periodistas, Actores y demás auto-designados representantes del pueblo. Como representantes de la familia, sentadas en su puesto fijo en las poltronas del gran salón, iban y tomaban el cuerpo preferido de la edición dominical y comenzaban un diálogo simultáneo que era una mezcla de las noticias del cuerpo en mano, lo bueno y lo malo de la sazón del día, recuerdos de niñas, jóvenes y adultas mezclados con una dosis de nostalgia por su análisis de la realidad de esa semana plasmada en los diarios, aunque el verdadero fondo del asunto fuera dejar que la sazón se asentara en el cuerpo y la velada fuera de solaz relajación.

Asimismo, vimos en Miraflores a una supuesta representación de la sociedad civil, invitada quien sabe como y porque, tomar su turno en el podio para hablarnos de su historia y los intereses que pretendían representar en la conferencia, comentar la realidad como si no fuera cosa suya ni tuvieran nada que ver con ella y proponer lo que de acuerdo a su visión e intereses es lo que debe ser la realidad colectiva nacional, en la esperanza de calmar los ánimos en la calle y de lograr bajar el calor de las consignas que auguran tiempos difíciles otrora superados y que no queremos volver a vivir jamás.

Era fascinante y delicioso ver a las tías hablar a la vez; parecía que se escuchaban y hasta contestaban y siempre quedaba encantado al ver como vinculaban sus historias con los acontecimientos del Cuerpo que les tocó ese domingo. Aunque sabíamos que siempre hablarían de lo mismo, cada semana escuchábamos una versión adaptada al hecho noticioso de cómo Luisa recordaba al benemérito trucando carreras en el Hipodromo de El Paraíso para complacer a la hija de su compadre; o de cómo Elia rechazó la promesa nupcial de un futuro expresidente para entregarse al “esposo” y vivir en Italia hasta que una viudez de bonanza la hizo parecer la tía mas atractiva de las cuatro; o de cómo Isabel y Laura sortearon historias de amor y dolor para reconciliarse con su soltería y luego de carcajadas y una que otra lagrimita el salón se llenaba de los ronquidos presidenciales de Laura quien con la prensa en el pecho y un gesto amable al techo indicaba que la jornada había terminado, aunque solo hasta el domingo siguiente.

Llamar a una Conferencia de Paz cuyo único fin es calmar la calle, solicitar la presencia de una representación cómoda, acomodaticia o sin alternativa a la sazón del régimen para ejecutar un diálogo de sordos y supuestamente poner sobre la mesa lo que ya es un hecho notorio y comunicacional como si fuera un parte de novedades de quienes se hacen los sordos como viejas de salón, sencillamente, fue un espectáculo mas de esos que la revolución nos tiene acostumbrados cuando se le enreda el papagallo y sacan el disfraz del diálogo y la reconciliación.

Nadie que viva en Venezuela necesita una Conferencia de eruditos para explicarnos los males que nos afectan. A menos que usted sea uno de esos privilegiados que vive en una realidad trucada y virtual que el poder político y hegemónico de una logia militar ha disfrazado de revolución popular, la inseguridad, el desempleo, el desabastecimiento, la crisis de salud, educación, infraestructura, la corrupción y la desinstitucionalización de la república son hechos que acechan nuestra paz y que han devenido en las acciones de desesperación a gritos de estudiantes que con tan poco tino ha manejado el régimen.

Nadie tiene que sentarse en una Mesa Técnica o de Dialogo para discursear con los causantes de este drama que vivimos en revolución sobre los orígenes de la crisis, que no es otra distinta que la terca implementación de un modelo ideológico fracasado, ejecutado por funcionarios torpes y corruptos, manipulado a través de consignas de amor mesiánico de un héroe redentor que se murió en el intento y que a pesar de intentar mantener la llama viva de la revolución sus nefastos efectos se nos vienen encima como avalancha terca que responde a leyes naturales por encima de las consignas y patrañas o de la creatividad de algunos para planchar la arruga.

Aquí no hay diálogo ni habrá dialogo sincero hasta que los revolucionarios no reconozcan que los males que nos aquejan hoy son producto de su propio y estrepitoso fracaso. A los socialistas del siglo XXI como a los comunistas del siglo XX se les hace muy incómodo soltar prenda, aunque después tengamos que oír lamentos al estilo del trovador Silvio Rodríguez reconociendo que hace mucho tiempo se debió dejar atrás la insensatez de querer lograr resultados distintos haciendo lo mismo.

El diálogo que todos aspiramos no podrá darse sin eliminar las cortinas de humo creadas por bombas lacrimógenas o por ofertas financieras decadentes de limosnas lisonjeras que intentan comprar conciencias pero solo ocultan o pretenden ocultar la realidad económica y la corrupción subyacente que a tantos pocos ricos ha hecho la revolución; mucho menos con denuncias de conspiraciones globales e internacionales como subterfugio para evitar reconocer las propias torpezas como gobernantes de turno.

Menos aún será posible el diálogo cuando ciñen la daga al cuello del contrario a la vista de sus hijos y apretando tanto que se escapa un hilillo de sangre mezclado por el sudor del esfuerzo inútil y las lágrimas de quienes lamentan la partida temporal o definitiva, pero involuntaria, del amigo, hermano, familiar de una tierra que es por derecho de todos y para todos.

Invitar a una Conferencia de Paz para dialogar sin claudicar (Aristóbulo dixit) y enmarcada en el confín hegemónico, sectario y excluyente de un Plan de la Patria con ínfulas de ley por el capricho de quien maneja el poder de la representación de la mitad de un país con ánimos absolutistas, gruñones, amenazantes y en desprecio del Estado de Derecho es tan falaz como creer que alguna vez las viejitas del recuerdo se entendieron veramente.

Democracia Integral
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