La reciente
convocatoria a Palacio en el marco del llamado presidencial a una Conferencia
de Paz me recordó mucho el almuerzo dominguero de “Las Tías Cuatricentenarias”
de mi esposa, quienes sentadas en la Sala luego del suculento festín preparado
por ellas mismas realizaban su ritual semanal de comentar la realidad nacional percibida
a través de sus ojos cansados o de la línea editorial de las ediciones
dominicales de entonces como si no fuera cosa de ellas.
La
dinámica predecible y repetitiva de Luisa, Laura, Isabel y Elia era muy similar
a la que vimos en la Conferencia de Paz entre Alcaldes, Gobernadores,
Empresarios, Periodistas, Actores y demás auto-designados representantes del
pueblo. Como representantes de la familia, sentadas en su puesto fijo en las
poltronas del gran salón, iban y tomaban el cuerpo preferido de la edición
dominical y comenzaban un diálogo simultáneo que era una mezcla de las noticias
del cuerpo en mano, lo bueno y lo malo de la sazón del día, recuerdos de niñas,
jóvenes y adultas mezclados con una dosis de nostalgia por su análisis de la realidad
de esa semana plasmada en los diarios, aunque el verdadero fondo del asunto
fuera dejar que la sazón se asentara en el cuerpo y la velada fuera de solaz
relajación.
Asimismo,
vimos en Miraflores a una supuesta representación de la sociedad civil,
invitada quien sabe como y porque, tomar su turno en el podio para hablarnos de
su historia y los intereses que pretendían representar en la conferencia,
comentar la realidad como si no fuera cosa suya ni tuvieran nada que ver con
ella y proponer lo que de acuerdo a su visión e intereses es lo que debe ser la
realidad colectiva nacional, en la esperanza de calmar los ánimos en la calle y
de lograr bajar el calor de las consignas que auguran tiempos difíciles otrora
superados y que no queremos volver a vivir jamás.
Era fascinante
y delicioso ver a las tías hablar a la vez; parecía que se escuchaban y hasta
contestaban y siempre quedaba encantado al ver como vinculaban sus historias
con los acontecimientos del Cuerpo que les tocó ese domingo. Aunque sabíamos
que siempre hablarían de lo mismo, cada semana escuchábamos una versión adaptada
al hecho noticioso de cómo Luisa recordaba al benemérito trucando carreras en
el Hipodromo de El Paraíso para complacer a la hija de su compadre; o de cómo
Elia rechazó la promesa nupcial de un futuro expresidente para entregarse al
“esposo” y vivir en Italia hasta que una viudez de bonanza la hizo parecer la
tía mas atractiva de las cuatro; o de cómo Isabel y Laura sortearon historias
de amor y dolor para reconciliarse con su soltería y luego de carcajadas y una
que otra lagrimita el salón se llenaba de los ronquidos presidenciales de Laura
quien con la prensa en el pecho y un gesto amable al techo indicaba que la
jornada había terminado, aunque solo hasta el domingo siguiente.
Llamar
a una Conferencia de Paz cuyo único fin es calmar la calle, solicitar la
presencia de una representación cómoda, acomodaticia o sin alternativa a la
sazón del régimen para ejecutar un diálogo de sordos y supuestamente poner
sobre la mesa lo que ya es un hecho notorio y comunicacional como si fuera un
parte de novedades de quienes se hacen los sordos como viejas de salón,
sencillamente, fue un espectáculo mas de esos que la revolución nos tiene
acostumbrados cuando se le enreda el papagallo y sacan el disfraz del diálogo y
la reconciliación.
Nadie
que viva en Venezuela necesita una Conferencia de eruditos para explicarnos los
males que nos afectan. A menos que usted sea uno de esos privilegiados que vive
en una realidad trucada y virtual que el poder político y hegemónico de una
logia militar ha disfrazado de revolución popular, la inseguridad, el
desempleo, el desabastecimiento, la crisis de salud, educación,
infraestructura, la corrupción y la desinstitucionalización de la república son
hechos que acechan nuestra paz y que han devenido en las acciones de
desesperación a gritos de estudiantes que con tan poco tino ha manejado el
régimen.
Nadie
tiene que sentarse en una Mesa Técnica o de Dialogo para discursear con los
causantes de este drama que vivimos en revolución sobre los orígenes de la
crisis, que no es otra distinta que la terca implementación de un modelo ideológico
fracasado, ejecutado por funcionarios torpes y corruptos, manipulado a través
de consignas de amor mesiánico de un héroe redentor que se murió en el intento
y que a pesar de intentar mantener la llama viva de la revolución sus nefastos
efectos se nos vienen encima como avalancha terca que responde a leyes
naturales por encima de las consignas y patrañas o de la creatividad de algunos
para planchar la arruga.
Aquí
no hay diálogo ni habrá dialogo sincero hasta que los revolucionarios no
reconozcan que los males que nos aquejan hoy son producto de su propio y
estrepitoso fracaso. A los socialistas del siglo XXI como a los comunistas del
siglo XX se les hace muy incómodo soltar prenda, aunque después tengamos que oír
lamentos al estilo del trovador Silvio Rodríguez reconociendo que hace mucho
tiempo se debió dejar atrás la insensatez de querer lograr resultados distintos
haciendo lo mismo.
El
diálogo que todos aspiramos no podrá darse sin eliminar las cortinas de humo
creadas por bombas lacrimógenas o por ofertas financieras decadentes de
limosnas lisonjeras que intentan comprar conciencias pero solo ocultan o
pretenden ocultar la realidad económica y la corrupción subyacente que a tantos
pocos ricos ha hecho la revolución; mucho menos con denuncias de conspiraciones
globales e internacionales como subterfugio para evitar reconocer las propias
torpezas como gobernantes de turno.
Menos
aún será posible el diálogo cuando ciñen la daga al cuello del contrario a la
vista de sus hijos y apretando tanto que se escapa un hilillo de sangre
mezclado por el sudor del esfuerzo inútil y las lágrimas de quienes lamentan la
partida temporal o definitiva, pero involuntaria, del amigo, hermano, familiar
de una tierra que es por derecho de todos y para todos.
Invitar
a una Conferencia de Paz para dialogar sin claudicar (Aristóbulo dixit) y
enmarcada en el confín hegemónico, sectario y excluyente de un Plan de la
Patria con ínfulas de ley por el capricho de quien maneja el poder de la representación
de la mitad de un país con ánimos absolutistas, gruñones, amenazantes y en
desprecio del Estado de Derecho es tan falaz como creer que alguna vez las
viejitas del recuerdo se entendieron veramente.
Democracia Integral
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