“La manera que vemos el
problema es el problema”.
Stephen Covey.
La intención detrás de la iniciativa de los CLAP y de toda la
legislación económica revolucionaria está condenada al fracaso entre otras razones
porque asume la distribución institucional como arma enemiga de la llamada
guerra económica y tiende a restarle importancia al valor de la cadena de comercialización
como elemento fundamental del proceso que lleva productos al consumidor final, despreciándola
precisamente como herramienta inevitable, efectiva, eficiente y rentable para
ganarla.
La distribución masiva, que no debe confundirse con la logística
militar para llevar pertrechos al frente de batalla, es un proceso muy complejo,
con muchas variables y factores asociados directamente al producto distribuido,
a la serie de eslabones de su cadena de distribución, a las necesidades específicas
de los consumidores, a sus hábitos de consumo y a su poder de compra.
Como dije, la distribución institucional y masiva es un proceso eminentemente
eficiente, efectivo, rentable e inevitable - aunque se discuta si es una ineficiencia
del proceso de comercialización porque no agrega valor – y su mala ejecución
puede acabar con cualquier iniciativa económica. No existe fabricante en el
mundo que pueda llevar toda su producción directamente a las manos de sus
consumidores, menos aún sin el apoyo de estructuras y herramientas de acopio y
distribución, llámelos operadores, transportistas, almacenes logísticos, de mayoristas
o de detallistas. No porque sea imposible per
se, sino porque no hay producto que lo pague ni estructura de costos que lo
soporte.
Una distribución eficiente, efectiva y rentable se mide por
indicadores muy concretos como son la “Distribución
Numérica”, que mide la presencia de productos en todos los puntos donde se
puedan conseguir; la “Distribución
Ponderada”, que mide la capacidad para estar presente en aquellos puntos
donde haya mas actividad volumétrica y se pueda conseguir el producto; el “Costo de Distribución”, que es un valor
expresado como un porcentaje sobre el precio del producto y mide la
rentabilidad del proceso; y el “Tiempo de
Distribución”, que mide el tiempo desde que el producto sale de la fábrica
hasta que llega al consumidor. Con estos 4 indicadores se puede determinar si un
proceso de distribución es viable o no.
Cuando el gobierno promueve que grupos atomizados de pequeños productores
inviertan su tiempo y esfuerzo en iniciativas populares sin ofrecer asistencia
para el manejo eficiente de su producción; cuando promueve iniciativas
comunales como los CLAP para llevar directamente a la despensa de cada familia
los productos requeridos sin prestar atención a las necesidades particulares de
suministro y logística de sus usuarios; cuando plantea unir esas dos puntas sin
la lógica y el cacumen de las mejores prácticas sino con la mentalidad militar
para la logística de pertrechos usual para hacer la guerra, lo está condenando
al fracaso.
Este modelo de abastecimiento (CLAP) fallará por tres (3) razones
fundamentales: primero, porque aspira
llegar directamente a cada familia lo cual implica un universo numérico
imposible de ponderar como se hace con los grandes centros de abasto o
distribución – mayoristas, detallistas o cadenas especializadas - puesto que la
despensa de la familia venezolana es tan particular y variada como la familia
misma; segundo, porque la logística
de almacenamiento y transporte de los CLAP implica una inversión en estructura,
recursos, procesos y talento humano que los productos transportados en las
bolsas CLAP – a los precios regulados y ficticios a que se venden – son incapaces
de financiar; y tercero, porque el
proceso diseñado es tan largo, engorroso e ineficiente que los consumidores
encontrarán mas práctico procurárselos ellos mismos en la cantidad, calidad,
precio y lugar de expendio que les sea mas conveniente, así sea teniendo que
pasar la frontera a trompicones y por encima de piquetes militares de
contención.
Por otro lado, el modelo que se deduce de la Misión de
Abastecimiento y Producción propone pequeños productores atomizados como
alternativa - en lugar de complemento - a los grandes inversionistas y productores
que huyen despavoridos por la falta de oportunidad funcional y rentable a sus
inversiones, que para ser ejecutable necesitaría estructuras gigantes y
procesos de cooperación y acopio masivos para llevar la producción a las manos
de los consumidores y que no se ven por ninguna parte.
Finalmente, los consumidores que pagan por las bolsas contentivas
de productos distribuidos por los CLAP aspirarán eventualmente recibir productos
en calidad, cantidad y variedad que responda a sus necesidades particulares y
no a la decisión del oficial de rango y turno; así entonces, los CLAP requerirán
estructuras, operaciones y centros para llevar al consumidor solo aquellos productos
que demanda, que los militares no entienden ni aceptan y que terminan “empujando”
a fuerza de sable lo que los hambrientos aceptan temporalmente por su
circunstancia pero que desecharán tan pronto surjan estructuras alternativas
mas eficientes, sea la frontera, los bachaqueros, las destruidas cadenas de
distribución tradicionales o cualquier otra.
Es posible que un militar soñador o trasnochado pueda poner en
papel una campaña logística para lograr sendas mega-estructuras de acopio y
distribución. Lo que no es posible es
financiarla. ¡Así de simple!
José Andrés Ponce
Democracia Integral
http://www.democraciaintegral.blogspot.com
democraciatuya@gmail.com
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