El socialismo es la filosofía del fracaso,
el credo a la ignorancia y la prédica a la envidia;
su virtud inherente es la distribución igualitaria
de la miseria.
Wiston Churchill – ex Primer Ministro de Inglaterra
Es sorprendente la manera inexplicable como vienen conduciendo los
asuntos de Estado quienes encarnan el Socialismo del Siglo XXI cuyo actuar confirma
el decir de Churchill mas aún cuando sus decisiones aceleran el estrepitoso
fracaso del modelo económico que con terquedad suicida pretenden imponer en
Venezuela.
Una larga lista de fracasos, incluidos la incapacidad para controlar
la inflación, indisciplina e irracionalidad en el gasto, endeudamiento sin planes
de recuperación de inversión, impresión de dinero inorgánico, políticas
monetarias erradas, controles de costos y precios que promueven escases y
desabastecimiento, control de cambios que estimula la fuga de capitales,
criminalización de la actividad económica que ahuyenta la producción y acaba
con el empleo, persecución a empresarios justos por ausencia de pecadores,
concentración de medios de producción en monopolios estatales ineficientes,
expropiaciones sin justiprecio ni causa justa, estímulo a la gestión laboral
improductiva, opacidad en la gestión pública, peajes y controles
administrativos que limitan la libre circulación de bienes y prestación de
servicios, concentración del poder central en todo asunto económico, corrupción
rampante e impune, fracaso en la gestión de empresas del Estado o aquellas
malamente expropiadas, se juntan como evidencia de una torpe interpretación de
lo que es el socialismo moderno, al menos si lo comparamos con países hermanos
y vecinos como Ecuador, Brasil y Chile, mas aún con socialismos de avanzada
como el que predomina en Noruega, que desdicen con hechos al célebre político
inglés.
Ni guerra económica, ni falsos imperios, ni males de la cuarta, ni
oligarcas apátridas, mucho menos vicios del capitalismo, tienen que ver con el
embrollo en que este gobierno nos ha metido. Simplemente son políticas públicas
diseñadas y ejecutadas en función a un modelo y plan de la patria que está
llevando al colapso la economía nacional y con ella las posibilidades de todos sus
ciudadanos de hacerse de una vida digna y esperanzada en que el Estado y su
gobiernos actúen como factores de cohesión social para promover el progreso
colectivo y no como gavillas corruptas y cómplices que ocupan espacios de poder
animados por el lucro propio, el odio al contrario y las revanchas históricas, sedientos
de luchas fratricidas que nada bueno nos han dejado y ya son parte de la historia
fracasada de una revolución frustrada en esperanzas de cambio como jamás
tuvimos oportunidad antes y ya no es.
Lo que se nos presenta como el día a día de una nación que perdió
todo rumbo y razón, ahogada en una ideología agotada e inútil, es el despilfarro
impúdico de la inmensa renta petrolera animado por la golilla populista que tanto
atrae a oportunistas pululantes alrededor de intrigas palaciegas y las promesas
lisonjeras que seducen a beneficiarios incautos persuadidos de que la única salida
a su abandono y exclusión es hacer la cola inerte y complaciente a la espera de
la dádiva posible e incierta, que se mezcla con las confabulaciones de genios
de la gestión oscura de la cosa pública que se apropian ilícitamente para engrosar
cuentas cifradas de ultramar a nombre de sujetos cuya fortuna no es posible
explicar sin cuestionarnos su origen y verdaderos titulares.
Registros interminables e inoperantes que solo sirven de centros
de control del poder y de peajes, piedras fundacionales que se reinauguran en un
interminable rosario de relanzamientos de planes que nadie conoce pero todos
aplauden haciendo coro al animador de turno, unido a cuanto racionamiento sea
políticamente redituable, distribución subjetiva y opaca de contratos y demás
privilegios que se otorgan pagando favores a los amigos de la revolución y
demás perversiones del poder concentrado en una hegemonía excluyente y
promovida por órganos del Estado cuyo actuar deshonra al espíritu, propósito y razón
de una legítima intención constituyente defraudada por mecanismos inoperantes de
control recíproco de los poderes públicos, es a lo que se ha reducido esta
gestión de gobierno.
El discurso irracional y agresivo a todo lo que se perciba como indócil
y contrario a la filosofía hegemónica llegó al sumun del absurdo cuando los
asesores del Presidente lo convencieron de ejecutar una estrategia desesperada
de declarar su odio abierto y manifiesto a todo lo que se le oponga prometiendo
revolcones sin soluciones, incluso cometiendo arbitrariedades inconstitucionales
secundadas por burócratas bien anclados en el quicio de la tolerancia al crear
una suerte de clasificación subjetiva y trivial de empresarios buenos y malos,
medios buenos y malos, revolucionarios buenos y opositores malos, con la
condena figurativa a muerte, la prisión real o el exilio eventual a estos
últimos como sanción impuesta a través leyes inconstitucionales que aplican al
enemigo de turno, así sea un amigo de antaño, por el solo hecho de desafiar
abiertamente la revolución.
Con ese reduccionismo lógico los jerarcas de este gobierno ven
enemigos en todas partes menos detrás de su propia sombra donde buscan refugio
muy rentable los verdaderos y mas peligrosos enemigos del Estado, los que
ejercen activa o indirectamente poder y han terminado tejiendo una madeja
jurídica imposible de salvar y que desafía toda lógica, práctica e historia
exitosa de manejo de país civilizado cualquiera sea su ideología, incluso los
socialistas que mencionamos ya.
Estamos pagando con sangre, prisión, hambre, atraso y represión la
traición a nuestras conquistas constitucionales por los caprichos de una
revolución trisoleada que dejó a Bolívar en el camino para importar una ideología
fracasada que solo sirve de ancla a un grupo de oportunistas que si bien no son
la mayoría han sabido abusar del poder uniformado y la paciencia colectiva,
organizados en una suerte de “Bachacámaras” que agrupa a todo aquel
que quiera o pueda apoyarse en el gobierno para aprovecharse de sus falencias y
decadencias.
El dilema del demócrata, como el de quien defiende los derechos
humanos, es que la victoria real no se alcanza en la revancha que confirma
ganador al adversado, sino a través del riesgoso ejercicio de los derechos aún incautados
y la manifestación masiva e inequívoca de una voluntad auténtica de cambio,
usualmente muy costosa pero que se encuentra en hacer de la democracia una
causa común aún en perjuicio propio y para el beneficio de otros incluso
aquellos con los que solo coincidimos en la idea de una patria justa y de
mejores oportunidades para los que vienen, a quienes le debemos un país mejor
que el que recibimos y les estamos volviendo a fallar sosteniendo con nuestros
votos a una revolución que les teme a rabiar porque el emerger de la democracia
institucional promovida por hombres íntegros es la muerte insepulta para todos
aquellos que respiran a través del absurdo llamado de Socialismo del Siglo XXI.
Este año volvemos a elecciones, posiblemente amañadas, dudosas y
extrañas, pero es la única oportunidad civilizada y progresista de poder hacer
la tarea asignada e incompleta que está dibujada en la buena intención
constituyente.
A usted le toca elegir, a sus hijos pagar el precio…
José Andrés Ponce
Democracia Integral
http://www.democraciaintegral.blogspot.com
democraciatuya@gmail.com
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